Los estilos de crianza y sus consecuencias
- avanceybienestar
- 29 jul 2020
- 9 Min. de lectura
Actualizado: 24 ago 2020
Por Lucia Villarroel,
22 de agosto del 2020.
INTRODUCCIÓN
A lo largo de la historia, la sociedad ha tenido diferentes perspectivas del rol que tienen los niños y niñas dentro de ella y de la familia en sí. No existe un instante especifico en el que se pueda definir absolutamente el periodo de niñez y cambie a ser adulto. Por esa razón dividir la vida en etapas es un constructo social. Por ejemplo, en la época de la colonia en Estados Unidos, se trataba como pequeños adultos a los niños y niñas, por ende, les debieron dar tareas que hoy consideramos de adultos (Papalia, 2017). Ahora se acepta el estado de inocencia como niños y niñas en la mayoría de sociedades (Craig, 2009). Entonces, al cambiar el cómo los/las miramos hoy en día, también ha modificado los estilos de crianza de los padres. Su evolución indica la existencia de dosis en las combinaciones entre autoridad y afecto. Es necesario un equilibrio entre ellas para que se dé un resultado positivo posteriormente. Como es un aspecto heredado no siempre se emplea ese equilibro, el cual se desbalanza y forma más estilos. Estos generan en el niño y la niña a futuro varios problemas, como un ejemplo la delincuencia. En el presente artículo se describirá cuatro tipos de estilo, sus manifestaciones, los aspectos, y los posibles resultados en los hijos e hijas y su impacto.

DESARROLLO
El desarrollo del ser humano tiene su aspecto innato y lo que aprende, como lo menciona Craig (2009) “(…) la mayor parte del desarrollo a lo largo de la vida proviene de la interacción entre la biología y las experiencias.”. Se nace con cierta personalidad que es moldeada por la crianza de los padres y la influencia del entorno, y en sus diferentes sistemas contextuales. Sus combinaciones son las que hacen ser único a un individuo, y de igual forma cada familia también lo es (Izzedin y Pachajoa, 2009). Cada familia tiene su propia forma personalizada de disciplinar a un hijo, y también el demostrarle afecto o cariño, de acuerdo a la situación en la que se encuentren, la política, la cultura, y la educación (Craig, 2009). Los aspectos esenciales de la crianza son el control y la calidez o afecto.
En las primeras edades, la crianza en el contexto familiar es el más significativo y decisivo para las competencias necesarias en la vida, ya que, es donde desarrollan sus primeras habilidades e inician hábitos. (Franco, Pérez, y Pérez, 2014). Dentro de la dinámica familiar constan cuatro tipos de estilos de crianza, el autoritativo, el autoritario, el permisivo, y el indiferente (Craig, 2009). No son determinantes, ya que, pueden variar dependiendo de las circunstancias, pues, las familias tienen sus propias metas y aspiraciones y cada padre puede actuar diferente con el mismo hijo (Cuervo, 2010).
El estilo autoritativo, que lo llamaremos estilo asertivo, para evitar confusiones, es el que se considera el más adecuado, puesto que tienen un equilibrio entre control y afecto, admiten y aplauden la autonomía de sus hijos, ayudándolos (Henao y García, 2009). Por supuesto tienen reglas, pero estas son flexibles y razonables, permiten que el niño o niña se involucre danto su opinión, y que esta sea escuchada por los padres, además que entiendan del porque sí y del porque no, de una decisión (Velarde, 2017). Los progenitores evitan ser injustos y, es por ello que, los niños y niñas tienen mayor seguridad, entienden, y se someten a las limitaciones explicadas por los padres. Según la Raising Safe Kids Program (2018) los describe como padres con autoridad, definiéndolos de la siguiente manera:
Los padres son cariñosos y ofrecen su apoyo al niño, pero al mismo tiempo establecen límites firmes para sus hijos. Intentan controlar el comportamiento de sus hijos a través de reglas, diálogo y razonamientos con ellos. Escuchan la opinión de sus hijos mismo sin estar de acuerdo. Entonces los niños tienden a ser amistosos, enérgicos, autónomos, curiosos, controlados, cooperativos y más aptos al éxito. (párrafo 2)
En el estilo autoritario, los progenitores son muy estrictos, manejan reglas con rigidez sin negociación, no se toma en cuenta la opinión de los hijos y tampoco se les explica del porqué de una decisión (Ramírez, 2005). Ejemplo de una típica frase de padres autoritarios – ¡porque yo lo digo y punto! –, de manera que, si el hijo trata de oponerse o de exigir una explicación, los padres les proporcionan algún tipo de escarmiento que incluso puede ser físico (Velarde, 2017). Mientras que el cariño hacia sus hijos es poco demostrativo, impidiendo autonomía en sus hijos, ya que, no suelen tener gran comunicación con ellos. Se imponen y sus reglas deben ser obedecidas y son inalterables (Craig, 2009; Henao y García, 2009). De acuerdo con Raising Safe Kids Program (2018) indica que:
Los padres son inflexibles, exigentes y severos cuando se trata de controlar el comportamiento. Tienen muchas reglas. Exigen obediencia y autoridad. Están a favor del castigo como forma de controlar el comportamiento de sus hijos. Entonces los niños tienden a ser irritables, aprensivos, temerosos, temperamentales, infelices, irascibles, malhumorados, vulnerables al estrés y sin ganas de realizarse. (párrafo 1)
Como tercer estilo se encuentra el permisivo o indulgente, es donde los padres exageran la demostración de su afecto, mientras que dan una libertad casi ilimitada (Velarde, 2017; Craig, 2009). El castigo puede ser nulo, además la solicitud de permisos no es algo necesario. Si los progenitores llegan a tener sentimientos de descontento o enojo, ellos se cohíben o reprimen (Ramírez, 2005). Aseveración que lo corrobora Craig (2009) al citar a Baumrind (1975) refiriéndose a los padres con este estilo que: “muchos están tan ocupados mostrándoles un “amor incondicional” que no cumplen con otras funciones importantes, en particular, imponer a su conducta los límites necesarios” (p. 254). Debido a que los padres se apoyan en que la formación de sus hijos debe ser natural (Velarde, 2017). Así es que, Torío, Peña e Inda, (2008) explican que: “(…) se basada en la liberación del niño del control, ya que han de crecer en la espontaneidad natural (…) relación familiar no directiva que se sustenta bajo la idea de neutralidad y no interferencia” (p.66). Es decir, que el control es un obstáculo para el desarrollo de sus hijos, y que además debe ser ecuánime y con igualdad entre padres e hijos. Los progenitores son muy afectuosos, pero liberales sin estresarse y no crean límites estables, no inspeccionan de cerca las acciones de sus hijos, ni les demandan un comportamiento adecuado (Raising Safe Kids Program, 2018).
El ultimo estilo es llamado negligente y no es recomendable (Henao y García, 2009). Es el estilo indiferente, que de cierta manera tiene un equilibrio entre control y afecto, pero es inadecuado. Ambos aspectos están por debajo de lo favorable para los niños. Los padres no tienen interés en el control y el afecto es deficiente (Ramírez, 2005). Viven estresados por sus propios problemas, que lo que menos quieren es cuidar de sus hijos, apoyarles, enseñarles, ni siquiera se encuentre entre sus prioridades (Craig, 2009). Según la Raising Safe Kids Program (2018) los describe como padres pasivos, definiéndolos de la siguiente manera:
Los padres son indiferentes, poco accesibles y tienden al rechazo; y a veces pueden ser ausentes. Entonces los niños tienden a tener poca autoestima, poca confianza en sí mismos, poca ambición y buscan, a veces, modelos inapropiados a seguir para sustituir a los padres negligentes. (párrafo 4)
Consecuencias de los diferentes estilos de crianza en los hijos e hijas:
Según Craig (2009) manifiesta lo siguiente con respecto al estilo asertivo: “Los hijos de padres autoritativos destacan en casi todos los aspectos.” (p.265). De acuerdo con esta afirmación se puede decir que es adecuado, ya que desarrolla en los niños y niñas una autonomía correcta. Provoca que los hijos y/o hijas sean asertivos, tengan confianza y seguridad de sí mismos/as (Izzedin, y Pachajoa, 2009). Son socialmente adaptados, se llegan a desenvolver bastante bien en los estudios y manifiestan autoestima calibrada y saludable (Cuervo, 2010).
El estilo indiferente en contraste con el asertivo, es todo lo contrario, de hecho, es el que presenta peores efectos en los hijos y/o hijas. Según Craig (2009) manifiesta que: “Cuando la permisividad se acompaña de hostilidad y de falta de afecto, el niño da rienda suelta incluso a los impulsos más destructivos.” (p.265). Se relaciona con ansiedad, depresión, aislamiento social, autoestima negativa, enfermedades físicas, agresividad, y delincuencia. (Cuervo, 2010; Craig, 2009), debido a la vulnerabilidad, por falta de apegos seguros, que este etilo ofrece.
Los hijos y/o hijas de padres autoritarios, presentan autoestima negativa, y no confían fácilmente; actúan con miedo, ya que su desarrollo emocional es deficiente y no es funcional (Cuervo, 2010). También afectan el desarrollo social, suelen comportarse aislados, pueden mostrar conductas violentas, enojo constante, irritabilidad y son poco asertivos (Izzedin, y Pachajoa, 2009). Craig (2009) cita a Kagan y Moss (1962) y muestra una diferencia de conducta y carácter en la adolescencia de los hijos y/o hijas de padres autoritativos entre mujeres y hombres: “(…) los varones, a veces muestran una reacción excesiva al ambiente restrictivo y punitivo en el que son criados, lo que los vuelve rebeldes y agresivos. Las mujeres tienen más probabilidades de permanecer pasivas y dependientes.” (p.265).
Los hijos y/o hijas de padres con estilo permisivos tienen efectos similares al autoritario ya que suelen ser agresivos y también rebeldes (Cuervo, 2010). No presentan una buena competencia social, manifiestan impulsividad, bajo rendimiento escolar, problemas de empatía y en el desarrollo emocional (Henao, y García, 2009; Cuervo, 2010). También pueden ser creativos (Craig, 2009), pero, el hecho de que no hayan tenido limites necesarios en su desarrollo, para ellos les es difícil someterse a las autoridades. Raising Safe Kids Program (2018) manifiesta que: “(…) los niños tienden a ser impulsivos, rebeldes, sin rumbo, dominantes, agresivos, con baja autoestima, auto-control y con pocas motivaciones para realizarse con éxito.”.
Según Craig (2009) se debe considerar como constructo esta clasificación, ya que, no es definitorio ni universal, debido a la variación de culturas que existe, el mismo autor presenta un ejemplo basándose en Chao (1994).: “(…) los padres chinos tradicionales a menudo se les considera muy autoritarios y controladores, pero el sistema de “entrenamiento” con que crían a sus hijos favorece un elevado desempeño académico” (p.265)
Otro ejemplo son los “Padres tradicionales” (Craig, 2009), es cuando cada padre tiene diferente estilo de crianza, en este caso tradicional, padre autoritario y madre permisiva, dando un equilibrio aceptable entre el control y el afecto. Aunque investigaciones de Winsler, Madigan y Aquilino (2005) en las que han demostrado que la madre utiliza más el estilo autoritario, que el padre, provocando efectos negativos en la adolescencia (Cuervo, 2010).
Un aspecto a tomar en cuanta, es la política actual especialmente sobre los derechos de los niños y niñas, ha hecho que se conceptualice al niño y niña como tal, como persona a la que se debe cuidar y proteger. Actualmente los estilos de crianza no deben violar los derechos de niños, niñas y adolescentes, a pesar de que estén bajo el amparo de sus padres (Izzedin, y Pachajoa, 2009).
CONCLUSIÓN
En suma, el control de los padres expresa su nivel restringido, si son inflexibles confinan a sus hijos y/o hijas, puesto que demandan una alta obediencia a sus reglas y obviamente hacen que se cumplan. Mientras que, los que son todo lo contrario, su control es minúsculo, no ponen restricciones, ni exigen demasiado a sus hijos y/o hijas. Por otro lado, los niveles de afecto también tienen extremos y demuestran el grado de aprobación hacia sus hijos y/o hijas. Los progenitores sobreprotectores son cariñosos, se alegran con sus hijos y/o hijas con mucha frecuencia, los elogian y alientan, las críticas son casi nulas, igual que los castigos. Al otro extremo los padres hostiles en cambio los critican y castigan, no toman en cuenta a sus hijos e hijas, y rara vez son afectuosos, además manifiestan muy poca aprobación. Cada modelo de crianza influye en el niño/niña de manera muy estrecha en la conducta, autoestima, carácter, rendimiento escolar y, en el desarrollo social y emocional.
Las consecuencias de cada estilo de la crianza varían según la cultura, ya que no son universales. Sin embargo, si se recomienda que haya una interacción mutua entre padres e hijos/hijas. Promover un ambiente familiar adecuado, pues lo correcto es que ni los padres ni los/las hijos/hijas ejerzan poder en todo momento, sino más bien, se realice flexibilidad, negociación, a través del dialogo. También tener metas colectivas, con la presencia de reglas y disciplina dentro de lo saludable. Que los derechos de niños, niñas y adolescentes no sean vulnerados por estar bajo la tutela de sus padres y madres. Ya que, hoy en día se cuenta con políticas de protección para ellos y ellas, que deben ser respetadas por su bienestar.
REFERENCIAS
Craig, G. (2009). Desarrollo Psicológico. México: Pearson.
Papalia, D. y Martorrell, G. (2017). Desarrollo Humano. México: Mc Graw Hill Education.
Raising Safe Kids Program. Bulding Safe & Strong Families (ACT). (2018). Estilos de crianza. Washington: American Psychological Association. Recuperado de: https://www.apa.org/act/resources/espanol/crianza.aspx
Torío, S.; Peña, J.; e Inda, M. (2008). Estilos de educación familiar. Psicothema, 20(1). pp. 62-70. Universidad de Oviedo. Oviedo, España. Recuperado de: http://www.redalyc.org/pdf/727/72720110.pdf
Izzedin, R. y Pachajoa, A. (2009). Pautas, prácticas y creencias acerca de crianza... ayer y hoy. Scielo (LIBERABIT), 15(2). pp. 109-115. Lima: Fundación Universitaria Los Libertadores. Recuperado de: http://www.scielo.org.pe/pdf/liber/v15n2/a05v15n2.pdf
Franco, N., Pérez, N., y Pérez, M. (2014). Relación entre los estilos de crianza parental y el desarrollo de ansiedad y conductas disruptivas en niños de 3 a 6 años. Revista de Psicología Clínica con Niños y Adolescentes, 1(2). pp. 149-156. Madrid: Universidad Camilo José Cela. Recuperado de: file:///C:/Users/Lucia/Downloads/Dialnet-RelacionEntreLosEstilosDeCrianzaParentalYElDesarro-4742071.pdf
Cuervo, A. (2010). Pautas de crianza y desarrollo socioafectivo en la infancia. Diversitas: Perspectivas en Psicología, 6(1). pp. 111-121. Bogotá: Universidad Santo Tomás. Recuperado de: https://www.redalyc.org/pdf/679/67916261009.pdf
Henao, G. y García, M. (2009). Interacción familiar y desarrollo emocional en niños y niñas. Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud, 7(2). pp. 785-802. Recuperado de: https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=3054533
Velarde, M. (2017). Efectos de las prácticas de crianza en el desempeño cognitivo en niños de edad preescolar. Revista Chilena Neuropsicología, 12(1). pp. 12-18. Recuperado de: http://www.neurociencia.cl/dinamicos/articulos/578198-02.pdf
Ramírez, M. (2005). Padres y desarrollo de los hijos: prácticas de crianza. Estudios Pedagógicos, 31(2). pp. 167-177. España: Universidad de Granada. Recuperado de: https://scielo.conicyt.cl/scielo.php?pid=s0718-07052005000200011&script=sci_arttext
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